CENTRARNOS EN JESUCRISTO
María de Magdala ha comunicado a los discípulos
su experiencia y les ha anunciado que Jesús
vive, pero ellos siguen encerrados en una casa
con las puertas atrancadas por miedo a los
judíos. El anuncio de la resurrección no disipa
sus miedos. No tiene fuerza para despertar su
alegría.
El evangelista evoca en pocas palabras su
desamparo en medio de un ambiente hostil. Va a «anochecer».
Su miedo les lleva a cerrar bien todas las
puertas. Solo buscan seguridad. Es su única
preocupación. Nadie piensa en la misión recibida
de Jesús.
No basta saber que el Señor ha resucitado. No es
suficiente escuchar el mensaje pascual. A
aquellos discípulos les falta lo más importante:
la experiencia de sentirle a Jesús vivo en medio
de ellos. Solo cuando Jesús ocupa el centro de
la comunidad, se convierte en fuente de vida, de
alegría y de paz para los creyentes.
Los discípulos «se llenan de alegría al ver
al Señor». Siempre es así. En una comunidad
cristiana se despierta la alegría, cuando allí,
en medio de todos, es posible «ver» a
Jesús vivo. Nuestras comunidades no vencerán los
miedos, ni sentirán la alegría de la fe, ni
conocerán la paz que solo Cristo puede dar,
mientras Jesús no ocupe el centro de nuestros
encuentros, reuniones y asambleas, sin que nadie
lo oculte.
A veces somos nosotros mismos quienes lo hacemos
desaparecer. Nos reunimos en su nombre, pero
Jesús está ausente de nuestro corazón. Nos damos
la paz del Señor, pero todo queda reducido a un
saludo entre nosotros. Se lee el evangelio y
decimos que es «Palabra del Señor», pero
a veces solo escuchamos lo que dice el
predicador.
En la Iglesia siempre estamos hablando de Jesús.
En teoría nada hay más importante para nosotros.
Jesús es predicado, enseñado y celebrado
constantemente, pero en el corazón de no pocos
cristianos hay un vacío: Jesús está como
ausente, ocultado por tradiciones, costumbres y
rutinas que lo dejan en segundo plano.
Tal vez, nuestra primera tarea sea hoy «centrar»
nuestras comunidades en Jesucristo, conocido,
vivido, amado y seguido con pasión. Es lo mejor
que tenemos en la parroquia y en la diócesis.
JOSÉ ANTONIO PAGOLA
ECLESALIA,
26/03/08