LECTURAS
Domingo 26 del
tiempo ordinario
NÚMEROS 11, 25-29
En aquellos días, el Señor bajó en la nube, habló con
Moisés y, apartando algo del espíritu que poseía, se lo
pasó a los setenta ancianos; al posarse sobre ellos el
espíritu, se pusieron en seguida a profetizar.
Habían quedado en el campamento dos del grupo, llamados
Eldad y Medad; aunque estaban en la lista, no habían
acudido a la tienda, pero el espíritu se posó sobre
ellos y se pusieron a profetizar en el campamento. Un
muchacho corrió a contárselo a Moisés:
- Eldad y Medad están profetizando en el campamento.
Josué, hijo de Nun, ayudante de Moisés desde joven,
intervino:
- Moisés, señor mío, prohíbeselo.
Moisés le respondió:
- ¿Estás celoso por mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor
fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!
Este libro es de los menos usados en las lecturas de la
eucaristía. Solamente dos veces; ésta y la famosa
bendición de 6,22 ("El Señor te bendiga y te guarde...")
que leemos el 1 de Enero.
La lectura de este episodio ha sido traída aquí por su
semejanza con la escena de los discípulos narrada por
Marcos.
El texto tiene aspecto fuertemente primitivo por sus
modos de expresión. La nube no es un símbolo de la
presencia de Dios, sino su vehículo de transporte. El
espíritu de Moisés se puede dividir, como una posesión
física...
Pero el mensaje es claro, y perfectamente semejante al
de la perícopa evangélica. Llama la atención incluso que
sea Josué, el joven ayudante de Moisés, todo fidelidad
al Jefe, aunque poco prudente todavía, el que denuncia a
los que profetizan fuera del grupo, mientras que en el
evangelio es Juan, tenido por el más joven y entusiasta
de los discípulos. Es como si se señalara en ambos
textos el celo bien intencionado pero fuera de lugar.
SANTIAGO 5, 1-6
Ahora, vosotros los ricos llorad y lamentaos por las
desgracias que os han tocado. Vuestra riqueza está
corrompida y vuestros vestidos están apolillados.
Vuestro oro y vuestra plata está herrumbrados, y esa
herrumbre será un testimonio contra vosotros y devorará
vuestra carne como el fuego.
¡Habéis amontonado riqueza precisamente ahora, en el
tiempo final!
El jornal defraudado a los obreros que han cosechado
vuestros campos está clamando contra vosotros; y los
gritos de los segadores han llegado hasta los oídos del
Señor de los Ejércitos. Habéis vivido en este mundo con
lujo y entregados al placer. Os habéis cebado para el
día de la matanza.
Es un magnífico sermón contra las riquezas,
especialmente contra las riquezas mal adquiridas.
Está claro su contexto: la comunidad espera la parusía,
el final de los tiempos; por eso, la acumulación de
riqueza es más impropia que nunca. Se presenta el día
del Juicio de Dios con la acostumbrada imagen de
justicia, en que el Señor dará por fin satisfacción a
todos los injuriados en este mundo.
Su relación con los otros textos es, como casi siempre,
nula, y es una pena, porque este texto acompañaría muy
bien a otros textos evangélicos como el del rico Epulón
o las Bienaventuranzas de Lucas.
José
Enrique Galarreta, S.J.