Oración eucarística
domingo 25 ciclo A
En este día de descanso de nuestro trabajo cotidiano,
levantamos el corazón a Ti, Dios del universo,
y te damos gracias por este mundo tuyo y nuestro,
por esta tierra en que sufrimos y gozamos, en la que
vivimos y morimos.
Te damos gracias porque no has creado un mundo
completo y acabado,
en donde el ser humano fuera adorno innecesario.
Nos has dado participación en tu trabajo creador,
nos has hecho jornaleros de tu reino.
Es tu voluntad que nadie viva sin poder trabajar
y que todos reciban la retribución de su esfuerzo.
Gracias, Dios y Padre nuestro, porque eres justo y bueno
con todos,
por la absoluta libertad con que repartes tu gracia
entre los mortales.
Unidos a todos los que te alaban con su laboriosidad y
trabajo,
y recogiendo el eco de la creación entera, cantamos un
himno a tu gloria.
Tus caminos, Señor, no son nuestros caminos.
Tú creaste el trabajo de los seres humanos como una
fuente de igualdad,
pero vivimos una desigualdad legalizada.
¿Quién comprende en este mundo que los últimos son los
primeros?
La justicia a favor del débil, que es la tuya,
no coincide con la justicia de los poderosos.
Jesús de Nazaret ha iluminado nuestra vida.
El hijo del carpintero compartió la fatiga de los
cansados
y regó nuestra tierra con el sudor de su cuerpo y con su
sangre.
Ël dispuso para todos una mesa de igualdad,
y escogió como alimento que da vida el fruto de la
tierra y del trabajo.
Que por su espíritu, presente entre nosotros, se
convierta
nuestro quehacer de cada día en alimento y liberación
del hermano.
Hoy, Señor, nos acordamos ante Ti,
de todos los hombres y mujeres cuya vida depende de un
sueldo modesto,
de los que no tienen trabajo, de los que trabajan sin
recompensa justa,
de los que han muerto trabajando.
Haz que nuestro recuerdo no se quede en palabras.
Danos unión y solidaridad,
para lograr que a todos los hombres y mujeres de la
tierra
llegue su participación en el trabajo y una retribución
justa.
Que todos juntos, cada uno a su hora y en
su
puesto,
construyamos un mundo renovado, limpio de abusos y
envidias.
Por Jesús, tu Hijo, hermano nuestro.
AMÉN
Casiano Floristán
Luís Maldonado