MI SEÑOR Y MI DIOS = EN TI ENCUENTRO LA VIDA
Carmen NotarioEstas cinco palabras son una proclamación de la fe cristiana porque a través de una experiencia personal e intransferible, la persona reconoce que el Jesús histórico que caminó, predicó, sanó…hace más de dos mil años, es el Cristo que existía desde el principio, el plan de Dios hecho persona para que todas podamos llegar a ser hijas en el Hijo.
Esta es la experiencia de resurrección de Jesús y la nuestra propia que nada ni nadie nos podrá arrebatar. Tomás no estaba cuando Jesús se presentó en medio de los discípulos después de su resurrección y ellos, a pesar de su entusiasmo, no consiguieron convencerle de que era Él y que le habían visto y tocado.
Tuvo que pasar otra semana, como pasa con los procesos, que se alargan en el tiempo hasta que la persona está preparada, y por sí misma reconoce a Cristo; a partir de esa experiencia empieza a vivir de manera diferente.
Pero Tomás no creyó porque vio con sus propios ojos y tocó con sus manos. Tomás vio precisamente porque creyó que el Jesús de Nazaret que él conocía muy bien, al que acompañó en muchos de sus viajes y a quien escuchó en innumerables ocasiones, con quien se sentó a la mesa y comió, el que fue crucificado y murió en la cruz, ese mismo Jesús era su Señor y su Dios.
Este es el punto que el autor desea remarcar antes de cerrar el evangelio:
“Jesús le dijo. ¿Has creído porque me has visto? Dichosos los que sin ver creen.” Jn 20:29
Precisamente es para aquellos que creen sin ver para quienes el evangelio está escrito. Ni este evangelio ni ninguno de los otros intenta sustituir la experiencia de haber estado “allí” de manera presencial.
El evangelio es la proclamación no de acontecimientos sino de la verdad esencial: que Jesús de Nazaret de quien hablan es en verdad “Mi Señor y mi Dios” Jn 20:28.
La bienaventuranza pronunciada por Jesús, “Dichosos los que sin ver han creído” no marca dos tipos de creyentes, dos clases de cristianos. No existen los discípulos de segunda clase, dice Kierkegaard. Todos estamos al mismo nivel cuando hablamos de la fe en quien es realmente Jesús de Nazaret para nosotros.
Si la bienaventuranza estuviera en aquellos “que no han visto”, entonces, es la bienaventuranza de ser librados de la tentación que no solo Tomás, sino todos los contemporáneos de Jesús podrían haber experimentado. Después de todo, de los miles que vieron y oyeron a Jesús, solo unos pocos en toda Palestina creyeron en él.
La frase de Tomás “A menos que vea…y meta mi mano Jn 20:25, hace eco de la frase de Felipe, “Señor. Muéstranos al Padre y nos basta” Jn 14:8. Ni Tomás, ni Felipe, ni ninguno de los discípulos de Jesús tanto del pasado como del presente se puede zafar de la verdad de esta afirmación de la carta a los Hebreos: “La fe es la convicción de las cosas que no se ven” Heb 11:1.
La fe, nos recuerda Pablo “viene de lo que se oye y lo que se oye viene de la predicación del Cristo” Rm 10.17. Esto mismo se puede decir de las apariciones de la resurrección como de todas las palabras, hechos y milagros de Jesús en este y en todos los evangelios.
¿Es para ti, es para mí Jesucristo mi Señor, mi Dios? ¿Es una afirmación que se ha quedado estancada o es un proceso en el que veo el cambio en mi vida a medida que lo pongo en práctica? ¿En qué se traduce en este momento concreto de mi vida?
La fe es para vivirla en comunidad, pero solo crece en la medida que cada uno de sus miembros alimenta diariamente esa relación personal con el Cristo que a cada una nos lleva por derroteros diferentes porque el amor nunca es igual, ni se puede copiar, es personal e intransferible.
Carmen Notario